De un solo trago

        Nunca nadie me había rogado antes. Jamás. Esto me entristeció. Por primera vez supe qué tan absurdas se veían mis lágrimas y porfavores aquellas veces en que yo lo hice. Lo hice muchas veces.
        Mientras Ale Sánchez me empapaba de lágrimas el hombro, diciéndome que no la podía dejar, que por favor le diera otra oportunidad, yo pensaba en lo patético y diminuto que me veía cuando lo llegué a hacer. Pobre de mí, pensé. Pobre de aquel yo que rogó. Así que decidí darle otra oportunidad a Ale Sánchez. Por mí.
        Aquella misma tarde nos acostamos juntos, después de que se secara las lágrimas y tranquilizara sus nervios. Me saca mucho de onda que las mujeres me lloren durante el sexo. Hasta me dejó hacer esa cosa que nunca me dejaba hacer. Jamás. Que te rueguen funciona. Supongo.
        Esa noche fui a la cantina con mis amigos. Pedí mi segunda cerveza, y salí. Le llamé a Ale Sánchez para decirle que hasta aquí llegábamos. Que quería ser su amigo. Que el problema era ella y no yo. Su buzón de mensajes lo tomó bastante bien.
        Cuando regresé a la mesa le di un trago a la cerveza y pregunté a mis amigos si algún día le habían rogado a una mujer para que no los dejara.
        –Pfff.
        Y bebieron de su cerveza.
        –Yo tampoco –agregué.
        Pedí un tequila derecho.

        Lo bebí de un solo trago.

No es No. [El agente Triple Whiskey Villeda vs La Dama Infidelidad]

por Benjamín Villeda

        El problema con las mujeres es que cuando dicen «no» en realidad quieren decir «sí», pero aún no lo saben.

        Me encuentro sobre la barra del Madam Geneva de la calle Bleecker. Soy el agente Triple Whiskey Villeda. Solía ser agente especial pero el triple whiskey me degradó a simple agente.

Acentúo mi semblante con un sombrero de ala ancha. Negro. Visto traje de lino. Tengo comezón en los huevos pero no quiero arriesgarme a una erección delatora. Basta de charla. Es hora de trabajar.

–Hola nena, ¿te puedo invitar un trago?

–No.

–Estaba bien buena. Una nena con piernas de metal bronceado. Una copa de Martini en la mano. Vestía sexo azul de espalda descubierta. Labios rojos. Guantes hasta los codos. Toda una loba. Infidelidad.

–¿Qué? ¿Qué se trae usted?

–Te estoy describiendo, nena. De qué otra forma van a saber cómo está formado tu culo.

–…

Desde hace varias semanas he estado detrás de la pista de la señorita Infidelidad, dama responsable de una ola de crímenes que azota a Nueva York. Ningún hombre en una relación seria tiene el valor de salir a las calles. Ya nadie está seguro.

Todas las pistas apuntaban a la calle Bleecker. La seguí hasta el Madame Geneva. Y aquí está. En frente de mi, aquí está la famosa Infidelidad.

       –Vamos, nena. No te voy a morder. Sólo quiero invitarte un trago… o en este caso, otra de esas vomitada de frutas.

Suspiro autodidacta con sandía.

–¿Qué?

–Suspiro autodidacta con sandía, así es como se llama –y le dio un delicado y sensual sorbo a la copa de Martini.

Jijadela chingada.

–Qué es tan gracioso… señor…

–Villeda. Benja Villeda. AGENTE Triple Whiskey Villeda.

–¿Qué es lo que le causa tanta gracia señor Villeda?

–Por favor, nena. Háblame de tu. Llámame cucharón de azúcar. Al fin y al cabo sabemos que la historia termina contigo sobre mi. Es mejor acoplarnos de una vez.

Sus labios rojos accionaron la trampa: medio trazo de sonrisa sincera. Aguas, Benja… Es mejor detenerla en est…

–¿Disculpe? ¿No se de qué habla?

–Digo, si no quisieras nada conmigo, ya te hubieras marchado. Y entonces tendría que contarles a estos una de vaqueros. Pero sigues aquí. Barman, otro suspiro autodidacta para la señorita.

–Con sandía.

–Y para mí otro triple.

Las mujeres no saben que en realidad quieren decir «sí».

Me levanto del taburete y la saco a bailar. Qué tiene de malo pasar un buen rato antes de derrotar a LA Infidelidad. Al fin y al cabo seré recordado como el grande. El gran agente Triple Whiskey Villeda. El hombre que acorraló a la Infidelidad y la derrotó. Para siempre.

–Así que le dije «alto en nombre de la Ley». Y así fue.

–Ay Benja, eres tremendo.

A través de las bocinas pusieron unas de los Beatles. Más whiskey y un poco de bailongo. Por qué no. Tranquilos. Sólo un poco de placer antes del bisne.

–El Cóndor Pasa.

–¿Qué?

–El Cóndor Pasa. Así se llama este pasito. Lo inventé durante la boda de mi mejor amigo. Ya lo has visto. Tu estuviste ahí.

–¿Dónde?

–Bueno, llegaste más tarde. Una semana más tarde. Pero de cierta forma, tu estabas en la boda. Y en la cena de compromiso. Y en su primera cita. Y cuando se conocieron.

No sé de dónde vino aquella lágrima. Será el whiskey. Será la noche. La playa. La lluvia. ¡Amas!

La Infidelidad me consoló con una sonrisa coqueta, totalmente al descubierto. Supe que este era el momento de aprehenderla y cerrar el caso. Hombres, podrán estar tranquilos. De nada cabrones. ¡No más distracciones!

–Disculpa, Benja –me mordisqueó la oreja con su aliento–¿te gustaría ir a un lugar más tranquilo?

–¿Sabes? Las mujeres dicen «no» pero ellas no saben que quieren decir «sí».

La Infidelidad me abrazó, ofreciendo el dulce néctar de lo prohibido.

–Jaja. Ay, Benja. Eres muy gracioso. Pero sí, tienes la razón.

¡Alarma! Y no de tos. Meidei meidei. La dama me quitó mi quinto whiskey de la mano para acariciármela. Me hueles a cebolla. Concéntrate, cabrón. La Infidelidad no tiene idea de lo peligroso que es quitarle el trago de la mano a un Mexicano. Y más cuando es él quien escribe los hechos. Borracho.

–Claro que tengo la razón. No fue pregunta.

–¿Entonces? ¿Un lugar más a gusto?

–No.

La música se detuvo. Ya no había más Cóndor Pasa. Ya no había más cachondeo. Sólo un cuadrilátero en medio del silencio. Y la Infidelidad con cara de no amigos.

–¿No?

–No. No es lo opuesto a lo que ustedes las mujeres piensan en realidad… –el whiskey tiró el primer jab– O algo así.

La dama estaba confundida. Furiosa. Aproveché su desconcierto para acelerar mi triple whiskey de un solo trago. Siempre me gusta hacer eso. Me gusta terminar los párrafos con estilo. Bien Bogie. Acá.

       Me salí tambaleando del lugar. No miré atrás. Ni pedo hombres, se las debo. Se arreglan como puedan. Monté en mi vehículo: la bicicleta amarillo canario de mi novia Layla (la agente Triple Chinga-Te-Toca-Si-No-Llegas-Temprano-A-Casa-Cabrón). Me agarré el sombrero y enfilé hacia la avenida Houston.

Cuando los hombres dicen «no» significa «no». Aun en la ficción.

Llegué sano y salvo a mi hogar. Pasé una tranquila noche de Viernes a lado de mi lindísima novia, la agente Triple Chinga… Siempre me ha gustado terminar así las noches… porque sé que la agente checa mis últimos párrafos. Siempre.

Helen (Primera Parte)

PRIMERA PARTE.

        Con un ojo abierto a medias, observé cómo esta susodicha Helen se ponía mi playera favorita de los Rolling Stones o tal vez era suya… y dijo algo así como que debía de usar menos desodorante, mancha los sobacos… al mismo tiempo que buscaba sus pantalones negros. Intenté encender mi cerebro pero era imposible, los circuitos seguían fundidos, un cortowhiskeycircuito. Esta Helen me dijo que me dejó una cerveza mexicana en el refrigerador y que me veía al rato. «A las ocho. Sabes, creo que vamos a ser muy felices.»
        ¿Quién chingados es esta mujer?
Helen Rolling Stones

        Un hombre muy sabio me dijo que para alcanzar la felicidad hay que encontrar a nuestra otra mitad. Matrimonio. Ese hombre casi muere de un infarto. Después, un hombre aún más sabio me dijo que «para qué te divorcias, lo mejor es una relación abierta». Unión libre. Ese hombre casi muere de celos. Uno más cabrón me dijo que «para qué la quieres sólo para ti, lo mejor es conseguir el amor sincero». Prostitutas. Ese hombre no estuvo cerca de la muerte pero sí gritaba de vez en cuando cada vez que orinaba. Continúa leyendo Helen (Primera Parte)

Patada, viejo, patada.

A Murrieta.

        Debo mejorar mi condición física. Mi condición, en general. Llevo apenas siete cuadras (tamaño Lower East Side, ni siquiera Midtown) y ya se me sale el bofe. El problema es que este encabronado Puertorriqueño sigue detrás de mi con cara de no amigos. Continúa leyendo Patada, viejo, patada.

De batientes

A mis amigos(as).

¿5 de Mayo?

        Órale, pinche Pedro, le gritaba mientras le ordenaba con la mirada, atornilla la bisagra antes de que se me rompa la espalda, Pues no mames tu, Jajaja, se reían los demás. Molly llegó al lugar de los hechos, Qué chingados crees que estás haciendo, Benja, Pues aquí mi compa Pedro, Buenas, señorita, y yo estamos colocando una nueva puerta para darle estilo, Molly, Qué estilo ni que la chingada, me quitas esta madre de aquí en este instante y vuelves a poner la puerta de entrada como estaba antes de que llame a la policía. Chales compa, ya nos cayó la chota. En realidad, Molly podría ser peor que la chota. Era 5 de Mayo y la tarde aún era joven. Nombre Pedro, Molly es peor que la chota, La migra entonces, No, peor, ella es Continúa leyendo De batientes