No es No. [El agente Triple Whiskey Villeda vs La Dama Infidelidad]

por Benjamín Villeda

        El problema con las mujeres es que cuando dicen «no» en realidad quieren decir «sí», pero aún no lo saben.

        Me encuentro sobre la barra del Madam Geneva de la calle Bleecker. Soy el agente Triple Whiskey Villeda. Solía ser agente especial pero el triple whiskey me degradó a simple agente.

Acentúo mi semblante con un sombrero de ala ancha. Negro. Visto traje de lino. Tengo comezón en los huevos pero no quiero arriesgarme a una erección delatora. Basta de charla. Es hora de trabajar.

–Hola nena, ¿te puedo invitar un trago?

–No.

–Estaba bien buena. Una nena con piernas de metal bronceado. Una copa de Martini en la mano. Vestía sexo azul de espalda descubierta. Labios rojos. Guantes hasta los codos. Toda una loba. Infidelidad.

–¿Qué? ¿Qué se trae usted?

–Te estoy describiendo, nena. De qué otra forma van a saber cómo está formado tu culo.

–…

Desde hace varias semanas he estado detrás de la pista de la señorita Infidelidad, dama responsable de una ola de crímenes que azota a Nueva York. Ningún hombre en una relación seria tiene el valor de salir a las calles. Ya nadie está seguro.

Todas las pistas apuntaban a la calle Bleecker. La seguí hasta el Madame Geneva. Y aquí está. En frente de mi, aquí está la famosa Infidelidad.

       –Vamos, nena. No te voy a morder. Sólo quiero invitarte un trago… o en este caso, otra de esas vomitada de frutas.

Suspiro autodidacta con sandía.

–¿Qué?

–Suspiro autodidacta con sandía, así es como se llama –y le dio un delicado y sensual sorbo a la copa de Martini.

Jijadela chingada.

–Qué es tan gracioso… señor…

–Villeda. Benja Villeda. AGENTE Triple Whiskey Villeda.

–¿Qué es lo que le causa tanta gracia señor Villeda?

–Por favor, nena. Háblame de tu. Llámame cucharón de azúcar. Al fin y al cabo sabemos que la historia termina contigo sobre mi. Es mejor acoplarnos de una vez.

Sus labios rojos accionaron la trampa: medio trazo de sonrisa sincera. Aguas, Benja… Es mejor detenerla en est…

–¿Disculpe? ¿No se de qué habla?

–Digo, si no quisieras nada conmigo, ya te hubieras marchado. Y entonces tendría que contarles a estos una de vaqueros. Pero sigues aquí. Barman, otro suspiro autodidacta para la señorita.

–Con sandía.

–Y para mí otro triple.

Las mujeres no saben que en realidad quieren decir «sí».

Me levanto del taburete y la saco a bailar. Qué tiene de malo pasar un buen rato antes de derrotar a LA Infidelidad. Al fin y al cabo seré recordado como el grande. El gran agente Triple Whiskey Villeda. El hombre que acorraló a la Infidelidad y la derrotó. Para siempre.

–Así que le dije «alto en nombre de la Ley». Y así fue.

–Ay Benja, eres tremendo.

A través de las bocinas pusieron unas de los Beatles. Más whiskey y un poco de bailongo. Por qué no. Tranquilos. Sólo un poco de placer antes del bisne.

–El Cóndor Pasa.

–¿Qué?

–El Cóndor Pasa. Así se llama este pasito. Lo inventé durante la boda de mi mejor amigo. Ya lo has visto. Tu estuviste ahí.

–¿Dónde?

–Bueno, llegaste más tarde. Una semana más tarde. Pero de cierta forma, tu estabas en la boda. Y en la cena de compromiso. Y en su primera cita. Y cuando se conocieron.

No sé de dónde vino aquella lágrima. Será el whiskey. Será la noche. La playa. La lluvia. ¡Amas!

La Infidelidad me consoló con una sonrisa coqueta, totalmente al descubierto. Supe que este era el momento de aprehenderla y cerrar el caso. Hombres, podrán estar tranquilos. De nada cabrones. ¡No más distracciones!

–Disculpa, Benja –me mordisqueó la oreja con su aliento–¿te gustaría ir a un lugar más tranquilo?

–¿Sabes? Las mujeres dicen «no» pero ellas no saben que quieren decir «sí».

La Infidelidad me abrazó, ofreciendo el dulce néctar de lo prohibido.

–Jaja. Ay, Benja. Eres muy gracioso. Pero sí, tienes la razón.

¡Alarma! Y no de tos. Meidei meidei. La dama me quitó mi quinto whiskey de la mano para acariciármela. Me hueles a cebolla. Concéntrate, cabrón. La Infidelidad no tiene idea de lo peligroso que es quitarle el trago de la mano a un Mexicano. Y más cuando es él quien escribe los hechos. Borracho.

–Claro que tengo la razón. No fue pregunta.

–¿Entonces? ¿Un lugar más a gusto?

–No.

La música se detuvo. Ya no había más Cóndor Pasa. Ya no había más cachondeo. Sólo un cuadrilátero en medio del silencio. Y la Infidelidad con cara de no amigos.

–¿No?

–No. No es lo opuesto a lo que ustedes las mujeres piensan en realidad… –el whiskey tiró el primer jab– O algo así.

La dama estaba confundida. Furiosa. Aproveché su desconcierto para acelerar mi triple whiskey de un solo trago. Siempre me gusta hacer eso. Me gusta terminar los párrafos con estilo. Bien Bogie. Acá.

       Me salí tambaleando del lugar. No miré atrás. Ni pedo hombres, se las debo. Se arreglan como puedan. Monté en mi vehículo: la bicicleta amarillo canario de mi novia Layla (la agente Triple Chinga-Te-Toca-Si-No-Llegas-Temprano-A-Casa-Cabrón). Me agarré el sombrero y enfilé hacia la avenida Houston.

Cuando los hombres dicen «no» significa «no». Aun en la ficción.

Llegué sano y salvo a mi hogar. Pasé una tranquila noche de Viernes a lado de mi lindísima novia, la agente Triple Chinga… Siempre me ha gustado terminar así las noches… porque sé que la agente checa mis últimos párrafos. Siempre.

Patada, viejo, patada.

A Murrieta.

        Debo mejorar mi condición física. Mi condición, en general. Llevo apenas siete cuadras (tamaño Lower East Side, ni siquiera Midtown) y ya se me sale el bofe. El problema es que este encabronado Puertorriqueño sigue detrás de mi con cara de no amigos. Continúa leyendo Patada, viejo, patada.

De batientes

A mis amigos(as).

¿5 de Mayo?

        Órale, pinche Pedro, le gritaba mientras le ordenaba con la mirada, atornilla la bisagra antes de que se me rompa la espalda, Pues no mames tu, Jajaja, se reían los demás. Molly llegó al lugar de los hechos, Qué chingados crees que estás haciendo, Benja, Pues aquí mi compa Pedro, Buenas, señorita, y yo estamos colocando una nueva puerta para darle estilo, Molly, Qué estilo ni que la chingada, me quitas esta madre de aquí en este instante y vuelves a poner la puerta de entrada como estaba antes de que llame a la policía. Chales compa, ya nos cayó la chota. En realidad, Molly podría ser peor que la chota. Era 5 de Mayo y la tarde aún era joven. Nombre Pedro, Molly es peor que la chota, La migra entonces, No, peor, ella es Continúa leyendo De batientes

Promo Galería de Arte, One By One Gallery

A Kaleido Arts presentation.
Promotional video for One by One Gallery.
Produced by Kaleido Works.

KaleidoWorks.net

Producer & Editor: Benjamin Villeda

Director of Photography: Don Gerardo Frasco
Music: «Gimmi Gimmi» by Tosca

For more information about the gallery, please visit: onebyonegallery.com

Un amigo

No me toques. No me hables.

       Lo peor que te puede suceder al estar sentado en la barra, como un alegre desconocido, es que siempre hay un cabrón que te reconoce dentro de su propio universo.
       -Se parece usted mucho a mi hijo -Me dijo el muy hijo de puta.
       Apuré mi trago. Me recorrí un asiento a la derecha, y pedí una más.
       -Una más.
       De vuelta a la intimidad de ser un desconocido.

       Me tomó aproximadamente una hora de tragos para enjuagarme el maloliente beso de la noche anterior.
       La ‘Sultana’ había regresado a Manhattan.
       -Negocios.
       El oxidado sudor de sus axilas delataba lo inevitable: esta ‘Sultana’ es ‘Sultán’. Sólo los hombres cultivamos tan tiesos pelos y tan oxidado olor. No es posible que una mujer tenga esa clase de pelos en el sobaco.

       En la universidad conocí a una muchacha, y después de varios fajes en el estacionamiento y varias botellas de Padre Quino, me entrené a quererla. Anduvimos por meses pero nunca tuve el valor de reconocer que aquellos pelos en su axila eran mutantes. Animales. Nunca tuve el valor de decírselo, ni de cogérmela por delante, viéndole la cara. Sí, definitivamente no era nada agraciada. No sé en qué estaba pensando.

       El Sultán sentenció a la noche con el estruendo de su tarro contra la barra y el hipnótico ejército de pelos erectos al aire. Nos deseo buenas noches.
       -Váyanse todos a la chingada. Al fin ni quería quedarme. Esta ciudad está podrida. ¡Putos!
       El Sultán me besó en la boca. Le faltaba un diente. No recuerdo cual. A mi cerebro le cuesta trabajo contar molares cuando tengo a un travesti atravesado en el hocico.
       -Paga mi trago, Gaelito -jugueteó por un segundo con mi pelo amarrado y luego se esfumó.
       Pagué su trago.

       Nunca conocí a la Sultana como conocí al Sultán, aparentemente. Me pregunto si tendrá amigos. Me pregunto si alguien se la/lo coge por delante.

       Me levanté y regresé a mi asiento anterior. Pedí otro trago. Este ya está tibio.
       -¿Cómo dijo que se llamaba su hijo?